Hermanos y hermanas en Cristo: Cada día que pasa nos enfrentamos a los desafíos de la amplia aceptación tanto política como cultural de la marihuana recreativa en Colorado y más allá. Les escribo por preocupación pastoral por la salvación de las almas y porque estoy convencido de la necesidad de abordar el impacto que el consumo de marihuana está teniendo en las personas, las familias y la sociedad en general.
En 2012 Colorado votó para legalizar la marihuana recreativa y en 2014 se convirtió en el primer estado en permitir su venta. A medida que más estados siguen nuestro ejemplo (al momento de escribir este artículo, la marihuana recreativa y medicinal es legal en 231 y 382 estados respectivamente), es necesario hablar sobre los efectos devastadores de las drogas como la metanfetamina, el fentanilo, los opioides y otras, cuyo impacto hemos przesenciado.
Durante las campañas que abogaron por la legalización de la marihuana y otras drogas, se hicieron muchos argumentos a favor de la legalización y se lanzaron visiones del futuro que minimizaban los posibles efectos negativos de la legislación. En Colorado, ahora llevamos una década en este experimento. A medida que se publican más estudios y se acumulan más muertes por fentanilo, ahora tenemos una cantidad abrumadora de datos que refuerzan lo que hemos sabido que es cierto desde el principio. La legalización de la marihuana y la aceptación cultural del consumo de drogas ha sido desastrosa para nuestra sociedad.
Recientemente estuve en España y, mientras oraba en una iglesia, un hombre sin hogar entró y se acercó a mí. Me pedía dinero. Necesitaba el dinero no para comida, agua o cobijo, sino para drogas. Hizo todo lo posible para expresar su desesperación y me mostró el daño que las agujas le habían hecho en el brazo. Se me rompió el corazón por este hombre que no solamente era gravemente adicto a las drogas, sino que también padecía una enfermedad mental.
Desafortunadamente, la adicción, la enfermedad mental y la falta de vivienda comúnmente se experimentan juntas. No podemos pretender que la legalización y la creciente aceptación cultural de las drogas no tienen efectos desproporcionados sobre los más vulnerables de nuestra sociedad. No solo eso, sino que es un asalto a la dignidad humana, pues se aprovecha de los vulnerables con tal de obtener beneficio financiero.
Al escribir esta carta, quiero ayudar a los católicos a dialogar de manera inteligente con el 70 % de los estadounidenses que actualmente creen que la marihuana debería ser legal.3 Estas reflexiones se basan en la ley natural, que se fundamenta en la razón, pero también presentan argumentos distintivamente cristianos. De hecho, no hay tensión entre la razón y la fe; más bien, como espero que esta carta ponga de manifiesto, se complementan bien.
Espero que esta carta pastoral sea la primera de muchos recursos disponibles para ayudar a llenar el vacío que existe en el espacio católico sobre este tema creciente y crítico. Lo que se dice aquí sobre la marihuana también se puede aplicar a otras drogas recreativas, como los hongos psicodélicos (recientemente legalizados en Colorado), el fentanilo y otras sustancias.