“Yo soy el pan de vida. […] Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí, y yo en él” (Jn 6, 35a.55-56). El capítulo sexto del Evangelio de Juan nos ofrece la enseñanza más clara sobre la Eucaristía. Al entrar en este segundo año del Avivamiento Eucarístico Nacional, el Año Parroquial, quiero ofrecerles esta nota pastoral sobre dos pasajes del Evangelio que espero que lleven a la adoración eucarística para orar con Jesús y escuchar sus palabras. Mi oración por ustedes es que, como los discípulos de Emaús (Lc 24, 13-35), sus corazones ardan de amor por Jesús mientras lo escuchan como su maestro y que aprendan de él (Mt 11, 29), tanto en la Misa como en la adoración eucarística en su parroquia.
Hace poco en una cena con un grupo de personas, mientras hablábamos del Avivamiento Eucarístico, hice mención del pasaje de Juan 6. Aunque las personas tenían cierto conocimiento de la enseñanza de Jesús en este capítulo, no comprendían su profundidad ni sabían que había causado división entre sus discípulos. En Juan 6, Jesús deja en claro la verdad de su presencia real en la Eucaristía y nunca la suaviza ni se refiere a ella como un signo o símbolo. Los discípulos que seguían a Jesús la consideraron una enseñanza dura, tanto que “muchos de sus discípulos se volvieron atrás y ya no andaban con él” (Jn 6, 66).
Esta segunda fase del Avivamiento hace hincapié en la Eucaristía y la parroquia. La razón de ello es que la parroquia es el hogar de la celebración local de la Misa, y la Misa es el hogar de la Eucaristía. Dicho de otro modo, la Eucaristía está en el corazón de la vida parroquial y es sin duda el lugar más común donde los fieles encuentran la presencia de Jesús en la Eucaristía. La Eucaristía se celebra cada domingo en todas las parroquias de la diócesis y, de nuestras 108 parroquias, más de 70 tienen algún tipo de adoración eucarística cada semana y más de 12 tienen adoración eucarística perpetua. Es desde la Misa y la adoración que somos enviados al mundo para llevar el amor de Jesús.