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NOTA PASTORAL DE AGOSTO DE 2023

Tú tienes palabras de vida eterna

“Yo soy el pan de vida. […] Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí, y yo en él” (Jn 6, 35a.55-56). El capítulo sexto del Evangelio de Juan nos ofrece la enseñanza más clara sobre la Eucaristía. Al entrar en este segundo año del Avivamiento Eucarístico Nacional, el Año Parroquial, quiero ofrecerles esta nota pastoral sobre dos pasajes del Evangelio que espero que lleven a la adoración eucarística para orar con Jesús y escuchar sus palabras. Mi oración por ustedes es que, como los discípulos de Emaús (Lc 24, 13-35), sus corazones ardan de amor por Jesús mientras lo escuchan como su maestro y que aprendan de él (Mt 11, 29), tanto en la Misa como en la adoración eucarística en su parroquia.

Hace poco en una cena con un grupo de personas, mientras hablábamos del Avivamiento Eucarístico, hice mención del pasaje de Juan 6. Aunque las personas tenían cierto conocimiento de la enseñanza de Jesús en este capítulo, no comprendían su profundidad ni sabían que había causado división entre sus discípulos. En Juan 6, Jesús deja en claro la verdad de su presencia real en la Eucaristía y nunca la suaviza ni se refiere a ella como un signo o símbolo. Los discípulos que seguían a Jesús la consideraron una enseñanza dura, tanto que “muchos de sus discípulos se volvieron atrás y ya no andaban con él” (Jn 6, 66).

Esta segunda fase del Avivamiento hace hincapié en la Eucaristía y la parroquia. La razón de ello es que la parroquia es el hogar de la celebración local de la Misa, y la Misa es el hogar de la Eucaristía. Dicho de otro modo, la Eucaristía está en el corazón de la vida parroquial y es sin duda el lugar más común donde los fieles encuentran la presencia de Jesús en la Eucaristía. La Eucaristía se celebra cada domingo en todas las parroquias de la diócesis y, de nuestras 108 parroquias, más de 70 tienen algún tipo de adoración eucarística cada semana y más de 12 tienen adoración eucarística perpetua. Es desde la Misa y la adoración que somos enviados al mundo para llevar el amor de Jesús.

Crisis de fe

El papa Francisco lamentaba recientemente que “Desgraciadamente, […] hay entre los fieles católicos quienes creen que la Eucaristía es más un símbolo que la real y amorosa presencia del Señor […]. La Eucaristía es la respuesta de Dios al hambre más profunda del corazón humano, al hambre de vida verdadera, porque en ella Cristo mismo está realmente en medio de nosotros para nutrirnos, consolarnos y sostenernos en el camino”.1 Recuerdo las palabras del papa Benedicto XVI a la Iglesia de Alemania en el 2011. Elogió a los alemanes por estar organizados “de manera óptima” y dijo proféticamente: “Debemos decir sinceramente que hay un desfase entre las estructuras y el Espíritu. Y añado: la verdadera crisis a la que se enfrenta la Iglesia en el mundo occidental es una crisis de fe”.2

Esta crisis de fe existe hoy, y estamos llamados a creer. Estamos llamados a poner nuestra fe en Jesucristo y en su palabra. Cuando Jesús, en Juan 6, pregunta a los doce apóstoles si ellos también quieren marcharse después de escucharlo, Pedro responde: “Señor, ¿a quién iríamos? Tú tienes palabras de vida eterna, y nosotros hemos creído y sabemos que tú eres el Santo de Dios” (Jn 6, 67-69). ¡Cómo deseo que esa fe, ese amor, esa confianza ardan en el corazón de cada creyente!

1 Francisco, “Discurso del santo padre Francisco a los miembros del comité organizador del Congreso Eucarístico Nacional de los Estados Unidos de América”, 19 de junio de 2023: https://www.vatican.va/content/francesco/es/speeches/2023/june/documents/20230619-comitato-congeuc-usa.html.
2 Benedicto XVI, “Discurso del santo padre Benedicto XVI”, 20 de septiembre de 2011: https://www.vatican.va/content/benedict-xvi/es/speeches/2011/september/documents/hf_ben-xvi_spe_20110924_zdk-freiburg.html.

Dejemos que Jesús sea el Maestro

Al reconocer la crisis de fe y que esta crisis se extiende a la falta de fe en la presencia real de Jesús en la Eucaristía, es necesario preguntarle al Señor qué debemos hacer. En el discurso del pan de vida, Jesús dice: “Está escrito en los profetas: ‘Serán todos enseñados por Dios’. Todo el que oye a mi Padre y recibe su enseñanza, viene a mí” (Jn 6, 45).

Mientras orábamos y discerníamos el plan de Jesús para el Avivamiento Eucarístico en la arquidiócesis de Denver, lo primero que sobresalió para mí fue el discurso del pan de vida en Juan 6 y luego el relato de los discípulos en el camino a Emaús en Lucas 24. En mi corazón escuché las palabras: “Deja que Jesús sea el maestro”. No puedo dejar de subrayar lo importante que es para nosotros durante este Avivamiento Eucarístico recurrir con frecuencia a estos dos pasajes y acercarnos a ellos con el corazón de un verdadero discípulo. Estoy convencido de que Jesús desea enseñarnos y revelarnos a cada uno de nosotros su misterio eucarístico de una manera más profunda.

Juan 6

En Juan 6 encontramos la enseñanza directa de Jesús sobre la Eucaristía. Si alguien se pregunta si la enseñanza de la Iglesia representa fielmente la propia enseñanza de Jesús, basta con leer este capítulo, donde Jesús dice:

Yo soy el pan vivo bajado del cielo; si alguno come de este pan, vivirá para siempre, y el pan que yo le daré es mi carne, vida del mundo. […] En verdad, en verdad les digo que, si no comen de la carne del Hijo del hombre y no beben de su sangre, no tienen vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene la vida eterna, y yo lo resucitaré el último día. Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida (Jn 6, 51.53-56).

Jesús es enfático en su enseñanza y coherente en sus afirmaciones. Es difícil entender cómo un creyente que lea este pasaje puede llegar a una comprensión de la Eucaristía distinta de la que enseña la Iglesia. Y aunque ese fuera el caso, sus conclusiones tendrían que derivarse de una experiencia superficial del sacramento o de la falta de confianza en que Dios es fiel a su palabra. Jesús afirma claramente: “Las palabras que yo les he hablado son espíritu y vida; pero hay algunos de ustedes que no creen” (Jn 6, 63b-64).

Hoy vemos cómo varios pastores valientes y profundamente devotos que son cristianos no católicos están conversando y reflexionando en público de manera hermosa sobre el significado del sexto capítulo de san Juan. En particular, Francis Chan, un pastor evangélico, ha sido muy expresivo sobre su camino con el Señor y su creciente comprensión del pasaje de Juan 6. Lo más hermoso de la historia es que son las propias enseñanzas de Jesús en el Evangelio las que conmueven el corazón de Chan y lo inspiran a profundizar en el misterio que Jesús ha revelado.

Este es el tipo de disposición que me gustaría que todos tuviéramos al aproximarnos a la palabra de Dios, una disposición capaz de aceptar las palabras de Jesús con certeza y no descartarlas como si fuera opcional dar nuestro pleno asentimiento a ellas. Esta es la verdad que Jesús nos presenta: nos dio a comer su carne y a beber su sangre para que tuviéramos vida eterna. La Eucaristía tiene la apariencia de pan y vino, pero es realmente el cuerpo, la sangre, el alma y la divinidad de Jesucristo. La segunda persona de la Santísima Trinidad, nuestro Señor resucitado, está realmente presente ahí. Esto me lleva al pasaje del camino de Emaús.

Camino de Emaús

La historia de los discípulos de Emaús siempre ha sido uno de mis pasajes favoritos de la resurrección, porque muestra un estrecho paralelismo con la celebración de la Misa.3 Aquí de nuevo encontramos a Jesús que viene como maestro y revelador de los misterios del reino de Dios. Jesús se encuentra con los dos discípulos y escucha su tristeza por la crucifixión. Después de escuchar, “y comenzando por Moisés y por todos los profetas, les fue declarando cuanto a él se refería en todas las Escrituras” (Lc 24, 27). Cómo me gustaría que tuviéramos una narración completa de lo que Jesús dijo, pero en cierto modo la tenemos cuando abrimos las Escrituras y oramos con ellas dejando que su palabra nos enseñe. No por casualidad, cada celebración de la Eucaristía está precedida por una oportunidad para escuchar la palabra de Dios. En cada Misa, Jesús desea abrir su palabra para ti como lo hizo con los discípulos de Emaús.

En esta cita bíblica se nos recuerda que la ley y los profetas conducen al Mesías. Ciertamente, no estamos limitados a unos pocos relatos claves del Evangelio y algunos sucesos importantes del Antiguo Testamento para aumentar nuestra comprensión y nuestro amor por Jesús en la Eucaristía. Más bien, Dios ha ordenado todas las cosas, pero especialmente la Revelación, para que apunten al misterio de Cristo. Cada vez que leemos las Escrituras con atención, permitimos que nuestro corazón se conmueva más hondamente ante el amor de Jesucristo y lo que él ha hecho por nosotros.

La historia del encuentro de los discípulos con Jesús en el camino de Emaús concluye con una hermosa imagen que nos ayuda a comprender lo que habría de suceder en cada celebración de la Misa.

En el mismo instante se levantaron y volvieron a Jerusalén, y encontraron reunidos a los Once y a sus compañeros, que les dijeron: “El Señor en verdad ha resucitado y se ha aparecido a Simón”. Y ellos contaron lo que les había pasado en el camino y cómo lo reconocieron en la fracción del pan (Lc 24, 33-35).

Cuando los discípulos reconocen la presencia de Jesús en la Eucaristía y el ardor en su propio corazón mientras Jesús estaba con ellos, regresan a Jerusalén. Se convierten en discípulos misioneros que anuncian a Jesús al mundo. También nosotros estamos llamados a hacer lo mismo. El papa Francisco ha rezado por nosotros para que el Avivamiento Eucarístico “sea la ocasión para los fieles de comprometerse con cada vez más celo a ser discípulos misioneros del Señor Jesús en el mundo. En la Eucaristía encontramos a Aquel que se ha donado completamente a nosotros, que se ha sacrificado para darnos la vida, que nos ha amado hasta el final”.4 Estamos llamados a salir al mundo y estar entre los pobres, los enfermos, los inmigrantes, los encarcelados, los que viven en las “periferias” para llevarles la buena nueva de Jesucristo, el único que puede dar sentido y propósito a la vida, que revela el amor eterno e incondicional del Padre por cada ser humano. Jesús aún desea rescatarnos y curarnos hoy día, especialmente en la Eucaristía.

3 Para una explicación más profunda de este pasaje con relación al Avivamiento Eucarístico, véase la nota pastoral “¿Acaso no ardían nuestros corazones?”.
4 Francisco, “Discurso del santo padre Francisco a los miembros del comité organizador del Congreso Eucarístico Nacional de los Estados Unidos de América”.

Nuevo recurso

A lo largo de la historia de nuestra Iglesia, la oración con la Escritura ha demostrado ser un método fecundo para crecer en el conocimiento y el amor a Dios. San Pablo enseña que “la palabra de Dios es viva y eficaz” (Hb 4, 12) y que “toda la Escritura es divinamente inspirada y útil para enseñar, para argüir, para corregir, para educar en la justicia” (2 Tim 3, 16). Confiado en la promesa de Jesús y en el poder de sus palabras, me complace presentar un nuevo recurso que la arquidiócesis de Denver ha creado para ayudar a los fieles a orar con el sexto capítulo del Evangelio de san Juan. El recurso “Juan 6” está compuesto por tres partes: el contexto, seis sesiones y un apartado sobre cómo llevar las sesiones a la práctica.

La primera parte establece el contexto del discurso del pan de vida y explica brevemente la Pascua y su gran importancia en la historia del pueblo de Dios. La Pascua y el Éxodo son fundamentales para comprender la Eucaristía y lo que Cristo realiza por nosotros en la Misa. Este apartado concluye con una introducción a la oración relacional y deja claro que nuestra intención al orar con el pasaje bíblico de Juan 6 es crecer en comprensión, ser transformados, entrar de manera más profunda en el misterio al que Jesús nos invita.

La segunda parte se compone de seis sesiones. Se ha dividido todo el sexto capítulo del Evangelio de san Juan en seis sesiones para centrar nuestra oración en distintos temas. Cada sesión incluye el texto bíblico con el que se va a orar, un resumen de los detalles claves del pasaje y algunas preguntas para reflexionar. Las preguntas son de dos tipos: preguntas que le puedes hacer a Jesús sobre el pasaje y otras que te ayudarán a dejar que Jesús te pregunte a ti. Espero que estas preguntas nos ayuden a dialogar con el Señor y a crear el hábito de conversar con él. Cada sesión concluye con preguntas de reflexión para ayudarnos a recordar y centrarnos en lo que hemos recibido en la oración.

La última parte es un apéndice que ofrece sugerencias sobre cómo usar este recurso en diferentes contextos pastorales y con diferentes métodos de oración. El recurso se puede utilizar en la oración personal, en un grupo pequeño o incluso en familia. Los diferentes métodos para orar con la Escritura también proporcionan una diversidad de opciones que ayudarán de manera más efectiva a diferentes personas a interactuar con las palabras de Jesús y las escenas que nos ofrece el Evangelio.

Conclusión

Debemos crecer en la convicción de que Jesús es Dios y tiene palabras de vida eterna. Durante este Año Parroquial del Avivamiento Eucarístico, animo a todos los fieles a dedicar algo de tiempo a orar con las palabras de Jesús en Juan 6 y el relato de los discípulos de Emaús. Jesús es el mejor maestro y sus palabras son verdaderas, porque él es “el camino, la verdad y la vida” (Jn 14, 6). Rezo para que nuestros ojos y corazones se abran a una comprensión más profunda y una mayor participación en el misterio de la Eucaristía, el amor que Jesús nos ha dado y que ha derramado por nosotros.

+ Excmo. Mons. Samuel J. Aquila, S.T.L.

Arzobispo de Denver