Por Sarah Mendus
Ser católico es experimentar la más grande historia de amor jamás escrita. Dios nos persigue sin cesar, amándonos con una pasión desmedida en cada momento, en cada respiración. La gran misión de nuestras vidas es aprender a recibir este hermoso amor, entrenar nuestros ojos y orientar nuestros corazones para ver cómo Dios se mueve en el mundo a nuestro alrededor, y amarlo de vuelta con todo lo que tenemos. Como dice santa Teresa de Lisieux, “Oh Jesús, amor mío, al fin he encontrado mi vocación: mi vocación es el amor”.
¿Cómo vivimos esa vocación? ¿Qué podemos hacer de manera práctica aquí en la tierra para crecer más en el amor a Dios?
Es fácil caer en trampas de abstracción cuando tratamos de responder a esta pregunta. Aunque realmente creamos que Dios nos ama, es fácil pensar que hay límites en su amor, que, como no podemos verlo aquí en la tierra, él solo puede amarnos a la distancia.
Pero esto no es así. Dios está aquí, dentro de nosotros, a nuestro alrededor. Como sabemos en Hechos 17, 27-28, “No pensemos que se encuentra lejos de cada uno de nosotros, pues en él vivimos, nos movemos y existimos”. Nos ama tan íntimamente como si estuviera parado a nuestro lado.
Cada experiencia de dar y recibir amor auténtico aquí en la tierra —el amor entre hermanos, padres e hijos, entre esposos— es una pequeña, aunque imperfecta, revelación de cómo Dios nos ama y nos persigue.
Así que, las formas en que damos y recibimos amor aquí en la tierra pueden ayudarnos a empezar a entender cómo es el amor de Dios por nosotros. Una herramienta frecuentemente utilizada para hablar sobre el amor en nuestras relaciones es el concepto de los cinco lenguajes del amor, desarrollado por el consejero matrimonial, el Dr. Gary Chapman: dar regalos, actos de servicio, tiempo de calidad, palabras de afirmación y contacto físico. Estos enmarcan el amor como una acción más que un sentimiento o idea abstracta, nombrando formas de elegir amar a otros de manera intencional. Mirar a través de esta lente puede ayudarnos a ver cómo Dios nos ama de maneras concretas y fácilmente identificables, y cómo podemos mostrarle intencionalmente nuestro amor a cambio.
Dar regalos
Este es quizás uno de los más fáciles de ver en nuestra relación con Dios. Él es un maestro en este lenguaje del amor. Cada bendición es un regalo de Dios, un resultado tangible de su amor por nosotros. Las personas que amamos, una vista impresionante, una puesta de sol hermosa, un hogar cálido, una canción favorita —incluso algo tan simple como un buen sándwich— son todos regalos dados por Dios.
Pero es fácil pasar por alto estos regalos. Por eso, practicar la gratitud es una disciplina importante para que podamos ver el amor de Dios por nosotros a través de este lenguaje del amor. Al buscar intencionalmente y nombrar las bendiciones en nuestras vidas, no podemos evitar ver cómo Dios usa los regalos para colmarnos de su amor.
De nuestra parte, podemos darle pequeños regalos a Dios al abrazar sacrificios apropiados. Podemos asumir pequeños ayunos que podemos ofrecer a Dios y a su pueblo, como omitir el postre o despertarnos unos minutos temprano para orar. Como dice santa Teresa de Lisieux: «El amor se demuestra por los hechos, así que ¿cómo voy a mostrar mi amor? Los grandes hechos me son prohibidos. La única manera de probar mi amor es dispersar flores, y estas flores son cada pequeño sacrificio, cada mirada y palabra, y el hacer más sencillas acciones por amor».
En resumen, Dios puede usar cada pequeño sacrificio y regalo que le damos, y cada uno le trae alegría.
Actos de servicio
Este fue uno de los lenguajes del amor más prominentes de Dios durante el ministerio de Jesús aquí en la tierra, y sigue siéndolo hoy. Podemos ver a Dios haciendo actos de servicio por nosotros cada vez que sana nuestras heridas, nos ayuda en tiempos de desesperación y dificultad, y provee lo que hemos estado pidiendo en oración. Él ve nuestras necesidades y las provee.
Podemos aprender a reconocer mejor el amor de Dios a través de este lenguaje del amor cultivando nuestra memoria, reflexionando sobre oraciones que han sido respondidas en el pasado y notando cómo Dios ha venido en nuestro auxilio.
Una forma en que podemos responderle a través de este lenguaje del amor es servir a Dios sirviendo a su pueblo. Estamos llamados a ser sus manos y pies, y podemos servir a Dios cuidando a sus hijos aquí en la tierra a través de las obras de misericordia corporales, como alimentar a los hambrientos, vestir a los desnudos y ser amigo de alguien que lo necesita. Incluso podemos hacer cosas pequeñas con gran amor, como abrirle la puerta a alguien. Como dijo Jesús en Mateo 25, 40, “Les aseguro que cuanto hicieron a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicieron”. Nada pasa desapercibido para Dios.
Tiempo de calidad
Pasar tiempo intencional con tu ser querido es otro de los favoritos de Dios. En cada momento de nuestras vidas, él está disponible para nosotros de manera sobrenatural, deseando estar con nosotros en cada respiración. Esto está bellamente descrito en la poesía del Salmo 139, 7-10: “¿Adónde iré lejos de tu espíritu, adónde podré huir de tu presencia? Si subo hasta el cielo, allí estás tú, si me acuesto en el Seol, allí estás. Si me remonto con las alas de la aurora, si me instalo en los confines del mar, también allí tu mano me conduce, también allí me alcanza tu diestra”. En momentos de oración, alabanza, tristeza o desesperación, él está ahí para nosotros, anhelando que volvamos y lo veamos.
Podemos amarlo a través de este lenguaje del amor simplemente volteando a encontrarnos con su mirada. La oración, especialmente en la Adoración Eucarística, es una forma sencilla de hacer esto y pasar tiempo con él como lo haríamos con un amigo cercano, hablando con él, compartiendo nuestras vidas y preguntándole quién es y qué piensa. Lo importante es recordar que cuando oramos, no estamos tratando de alcanzar a un Dios que está lejos, en una dimensión que no podemos alcanzar. Cuando hablas con Jesús, él está arrodillado en la banca contigo, sosteniendo tus manos con las suyas, más cerca que el aire que respiras.
Palabras de afirmación
Dios usa cada oportunidad para expresar su amor en palabras —para decirnos que nos ama, todas las cosas que le gustan de nosotros y cuánto nos adora y nos mantiene cerca. Si no puedes escuchar a Dios diciéndote estas cosas, pídele en oración. Él anhela decírtelo. Sus palabras de amor están a nuestro alrededor y nos llegan de muchos lugares —de la sabiduría de los santos, de las palabras de quienes nos rodean y de la escritura, por nombrar solo tres. Para un ejemplo poderoso de su amor por nosotros, lee el Cantar de los Cantares, una historia de un hombre persiguiendo a su amada, que los teólogos dicen que describe cómo Dios ama y persigue a su novia, la Iglesia.
Podemos amar a Dios a través de este lenguaje del amor simplemente devolviendo estas palabras de afirmación. Podemos decirle a Dios lo que amamos de él, por qué estamos agradecidos y lo que amamos de este mundo. Como está escrito en el Salmo 97, 12, “Alégrense en el Señor, celebren su memoria sagrada”. Podemos hacerlo en grandes momentos de alabanza y adoración, así como en momentos tranquilos de oración y reflexión. Incluso hablar de él con otros puede mostrar nuestro amor por él.
Toque físico
Este lenguaje del amor es quizás el menos intuitivo en este lado del misterio pascual. ¿Cómo puede Dios amarnos físicamente sin un cuerpo físico aquí en la tierra?
La respuesta es: a través de los sacramentos. El párrafo 1374 del Catecismo de la Iglesia Católica nos dice: “En el Santísimo Sacramento de la Eucaristía están ‘contenidos verdadera, real y substancialmente el Cuerpo y la Sangre junto con el alma y la divinidad de nuestro Señor Jesucristo, y, por consiguiente, Cristo entero’”. Él está allí, verdaderamente. Cuando recibimos la Eucaristía, estamos recibiendo al Señor mismo.
Una de las mejores maneras de amarlo a través del toque físico es recibirlo fielmente en los sacramentos. El mayor deseo de Dios es que simplemente lo recibamos y nos abramos a él. Recibe la Eucaristía y búscalo, creyendo que cada vez que lo recibes, estás recibiendo la totalidad de Dios —Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad.
Dios te ama
Estos son solo puntos de partida para que empieces a explorar cómo Dios te ama. El amor de Dios no se limita a estos cinco lenguajes del amor. La forma en que te ama es extremadamente intencional y personal. Él persigue a cada individuo en la tierra con un amor particular, una relación que es única para ellos, única para ti.
Dedica algo de tiempo para reflexionar sobre tu relación con Dios, sobre las formas en que lo ves amándote en cada momento y sobre las maneras en que puedes elegir amarlo más plenamente. Entrégate a él. Permítete enamorarte de aquel que te ama tan profundamente. Él no puede esperar a que veas cuánto te ama.
“}]]
